martes, 23 de noviembre de 2010

El maltrato

El hecho de que una persona mayor tenga deterioradas ciertas funciones físicas o mentales no significa que por ello haya dejado de ser sujeto de derechos. Las personas dependientes tienen al igual que el resto de sujetos, un derecho al honor, intimidad, propia imagen, integridad física, libertad, opinión, ... que han de ser respetados. Es cierto que el respeto de estos derechos pueden entrar en colisión con la necesidad de seguridad que requiere una persona que no puede valerse por sí misma, pero estos casos han de ser valorados en particular. Cada vez existe una preocupación mayor por parte de las instituciones por atajar situaciones de malos tratos que tanto en domicilios particulares, como en instituciones pueden tener lugar.

La condición de anciano supone un especial peligro de ser objeto de abusos causados por las personas que les rodean y que están llamadas a velar por ellos los últimos años de su vida. tanto las instituciones, como la familia, generan situaciones en las que la violencia puede fácilmente llegar a aparecer de forma repetida. Las víctimas pueden sentirse incapaces de escapar del control de los agresores a los que están sometidos por la fuerza física, la dependencia emocional, el aislamiento social o por otros vínculos económicos, sociales y jurídicos. En esta violencia, los sujetos más vulnerables en el seno del hogar son las mujeres, los niños y los ancianos.

Se trata de un problema oculto aún en la sociedad, a lo que contribuyo además, el hecho de que es un tema tabú para muchas personas mayores que los sufren, debido sobretodo al miedo del ``qué dirán´´.

Recientes estudios calculan que en nuestro país cerca de 60.000 personas mayores de 65 años son víctimas de maltrato en su propio hogar. Los agresores son fundamentalmente sus hijos y sus parejas.

Pocos son los investigadores que en todo el planeta se han dedicado a analizar el maltrato a personas mayores. Hasta el momento las agresiones a niños y mujeres copaban casi todos los estudios, y los dedicados a la tercera edad han quedado relegados a un segundo plano. Rompiendo esta tendencia, el Centro de Estudios Reina Sofía ha publicado recientemente un informe que analiza en profundidad el maltrato a ancianos en sus propios hogares, basándose en más de 2.500 entrevistas a ancianos y cuidadores.

En nuestro país, la edad y el género son factores determinantes, puesto que el estudio refleja que los más maltratados son los mayores de 74 años y además que seis de cada diez agresiones tienen como objetivo las mujeres. Lo cual nos lleva a la conclusión de que la mujer sigue siendo la principal víctima de agresiones. Incluso en el último tramo de su vida sigue sufriendo a manos de sus familiares.

Se han establecido cinco categorías dentro del maltrato a los mayores, a fin de poder distinguir el abuso al que son sometidos. Está el tan conocido maltrato físico, el maltrato psicológico que normalmente son ataques verbales, la negligencia o abandono de los cuidados de una persona, el abuso económico empleando de forma ilegal los recursos o propiedades del mayor, y por último el abuso sexual.

Fijándonos en los hematomas, úlceras o desnutrición, podemos intuir que un mayor está siendo sometido a malos tratos, pero hay otros indicadores más sutiles que pueden ayudarnos. Por ejemplo, si el anciano tarda mucho en asistir al médico desde el momento en que tiene una herida o una enfermedad estamos ante un indicador. Si le preguntamos a un vecino mayor por un hematoma, y nos da una explicación rara, vaga o imprecisa, preocupémonos. Y lo mismo si cambia de médico repetidamente o si acude con frecuencia a urgencias.

Partiendo de la base de que nos encontramos ante un hecho complejo que presenta múltiples condicionantes, es una verdad aceptada que un acto físico tiene su origen en la mente, en el cerebro. Por lo tanto es fundamental la percepción que tenemos de la persona mayor. En el imaginario colectivo un anciano es una persona dependiente, débil. Poco queda del respeto, la sabiduría que portan, o las experiencias vitales que nos pueden transmitir. Ya no se les pide consejo, ni se escuchan sus opiniones. Todo lo más, se han convertido en personas a las que cuidar. Esta imagen mental que tenemos de la Tercera Edad es lo que se ha dado en llamar "edadismo". Y son valores que penetran tanto en los familiares como en el propio mayor.

Las actitudes y estereotipos negativos hacia las personas mayores hacen que, de cierta manera, se les deshumanice. Los estudios demuestran que estos estereotipos negativos sobre lo que conlleva la vejez están presentes tanto en la población joven como en las personas mayores. Entre estas ideas se encuentra, por ejemplo, la de que las personas mayores pierden poder y control sobre sus vidas con la edad, así como la percepción de los ancianos como frágiles, débiles y dependientes. Todo esto facilita que otras personas abusen de ellos sin un sentimiento de culpabilidad o remordimiento, y que se les vea como un objetivo perfecto para la explotación.

A ese ideario global, a esa percepción mental, hay que añadir los condicionantes particulares de cada persona, en qué situación se encuentran. Según el informe del Centro de Estudios Reina Sofía, el 53,6% de los cuidadores entrevistados tenían que dedicar todo el día a la labor de atender a un familiar mayor dependiente. Esto les hizo renunciar a amistades, actos sociales, e incluso trabajo. Por lo que es preciso investigar sobre qué peso tiene el estrés del cuidador en la prevalencia del maltrato.

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